Solamente dos veces. Dos veces mis ojos se llenaron de lágrimas por la muerte de un músico. La primera vez fue en 1980, cuando cuatro balas asesinas mataron al genio de Liverpool que creó Imagine (Imagina), John Winston Lennon. La segunda, en febrero de 1989, cuando a través de la radio, me enteré del fallecimiento de Eduardo Franco, la voz de Los Iracundos… Sentí que una parte de mi juventud se iba con él, y, las lágrimas bajaron por mis mejillas. Es que quién no cantó, bailó o escuchó, y hasta se enamoró con un tema de Los muchachos de Paysandú (Uruguay). Y, como músico, siempre admiré el profesionalismo, la justeza y el ensamble musical de dicho grupo. Si bien Eduardo Franco no poseía una voz extraordinaria, era una voz muy peculiar, que identificaba al grupo. Creo que Eduardo era el sello de Los Iracundos.
Pero en esta vida todo empieza y todo termina. Sin embargo, si hacemos algo diferente, original, permanecemos para siempre. Por eso, E. Franco sigue viviendo en sus canciones. No murió. Será por siempre Iracundo.
Pucho Encinas (2010)
YO NO LLORE' PERO AQUELLA NOCHE MI GUITARRA LO HIZO POR MI...
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